Kilby murió de cáncer a los 81 años. Y esa es la mala noticia. Su adiós sirvió, no obstante, para repasar su vida casi anónima, iluminada por el espaldarazo del Premio Nobel de Física que le dieron, tardíamente, en 2000. "No me lo esperaba", dijo Kilby, con un manejo de la ironía tan fino y punzante como su genio para la física.
Había nacido en Jefferson City, Missouri, ciudad con reminiscencias de vaqueros mal llevados y toros irritables. Pasó su infancia en Kansas, donde fue un chico brillante. Se graduó en la Universidad de Illinois y se doctoró en ingeniería electrónica a los 27 años en la Universidad de Wisconsin.
Pero todo eso es lo de menos. Kilby se instaló en Dallas y en 1958 trabajaba para la Texas Instruments Inc. Para entonces, la vedette de la electrónica era un elemento deslucido y anodino, con pinta de poroto mal crecido llamado transistor. Esa gloria, que había nacido en 1947, recién empezaba a dar pasos de gigante.
Pero los elementos más comunes de los equipos electrónicos de la época eran los llamados tubos al vacío. ¡Las lámparas aquellas de la radio y la tele, ¿las recuerdan? Aquellas que calentaban como una estufa y se quemaban como una bombita. En el verano de 1958 Kilby se propuso cambiar las cosas. Entonces concibió el primer circuito electrónico cuyos componentes, tanto los activos como los pasivos, estuviesen dispuestos en un solo pedazo de material, semiconductor, que ocupaba la mitad de espacio de un clip para sujetar papeles.
El 12 de setiembre de 1958, el invento de Kilby se probó con éxito. El circuito estaba fabricado sobre una pastilla cuadrada de germanio, un elemento químico metálico y cristalino, que medía seis milímetros por lado y contenía apenas un transistor, tres resistencias y un condensador. Eso era todo. Cinco componentes parecen hoy una tontería, cuando hay microprocesadores que contienen doscientos millones. Pero hace casi medio siglo era la avanzada.
El éxito de Kilby supuso la entrada del mundo en la microelectrónica, además de millones de dólares en regalías para la empresa que daba trabajo a Kilby. El aspecto del circuito integrado era tan nimio, que se ganó el apodo inglés que se le da a las astillas, las briznas, los pedacitos de algo: chip. Microchip, para más datos.
Pero Kilby no descansaba. El tipo no tenía paz: después inventó también la calculadora de bolsillo y la máquina estampadora térmica que hasta podemos tener hoy en casa si deliramos con los aparatos de última generación. Vio crecer su invento como a un hijo: la tecnología demostrada por Kilby fue la que más rápido se desarrolló en la historia y hoy casi todo lo que funciona, incluso implantado en el corazón de muchos seres humanos, lleva un circuito integrado, invento de Kilby
Sacado del http://www.clarin.com/diario/2005/06/23/sociedad/s-03001.htm
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